domingo, 17 de febrero de 2013

El tiempo en el Estado


 “¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé. Lo que sí digo sin vacilación es que sé que si nada pasase no habría tiempo pasado; y si nada sucediese, no habría tiempo futuro; y si nada existiese, no habría tiempo presente. Pero aquellos dos tiempos, pretérito y futuro, ¿cómo pueden ser, si el pretérito ya no es y el futuro todavía no es? Y en cuanto al presente, si fuese siempre presente y no pasase a ser pretérito, ya no sería tiempo, sino eternidad”. (San Agustín. Confesiones. XI, 14, 17)

La misma pregunta que se hace Agustín me la hice después de pasar unos meses en el Estado. No estuve para nada cerca de sus subsiguientes preguntas, y menos de sus respuestas, que no señalo acá. Aún así quiero compartir mis reflexiones.

Sabemos que el tiempo es una medida que nos permite identificar un cambio cualquiera. Si hay un cambio, por ejemplo algo pasa de x a y, eso se puede medir y constatar. Eso es el tiempo en su concepción más física posible. El problema es que en el Estado el tiempo pasa, es decir, los segundos, minutos, horas, días, pero no necesariamente hay un cambio de X a Y, si lo hay, pareciera que las medidas son diferentes a las normales. Un papel podría quedarse días en un escritorio (otro día será ocasión de escribir sobre ello).

Así que a partir de ello, he desarrollado la teoría de los tiempos estatales. Hasta ahora he identificado cuatro tiempos (quizá sea un aporte a la teoría Einsteniana), y estoy seguro que han de existir varios más. Son varias dimensiones que concurren en una misma realidad, algo realmente muy difícil de expresar:

1. El tiempo político (Tp): Por la necesidad imperiosa de inaugurar, de mostrar resultados, de justificar el haber sido elegido, de tener aceptación en las encuestas, todo se pide para ayer, antes de ayer o el mes pasado... informes, compromisos, obras inaugurables, compras hechas, etc. No voy a decir que los políticos son los responsables de ello. Bueno, algunos son más que otros. Los responsables somos muchos: la prensa, la sociedad misma, los políticos. Se generó una cultura de exigir resultados inmediatos, de obras de ladrillo, fierro y cemento, y cuanto más grandes, mejor; hay mucha impaciencia por resultados, y una constante búsqueda de ineficientes.


2. El tiempo técnico (Tt): Todo aquel que se reconozca a sí mismo como técnico, y tenga el orgullo de serlo, comprende que se debe hacer una planificación exhaustiva, un análisis de alternativas, el desarrollo de los expedientes técnicos, las evaluaciones correspondientes. Y bueno, todo eso toma tiempo, neuronas, preocupación. No se puede pedir todo para ayer! dicen ellos.

3. El tiempo administrativo (Ta): Para contratar, comprar, aprobar, modificar, solicitar, responder, y unos cuantos verbos más, es necesario pasar por muchos procedimientos, formatos, procesos, modelos, informes, pedidos. Y todo eso pasa por varias oficinas: Administración, Abastecimiento, Presupuesto, Secretaría, etc, etc. Cada vez hay más papeles y papeles: oficios, informes, memos, ayudas memorias, expedientes. Hay muchos procesos que están encadenados unos a otros... para comprar hay que estar antes en el plan de contrataciones, y luego tiene que haber una modificación si es que no está en la cadena programática, y eso va al área jurídica, y luego a la Secretaría, y luego a la oficina de Planificación. Luego se va al área de abastecimiento, previas especificaciones técnicas que pueden ser observadas porque pueden estar mal hechas o porque el de abastecimiento no la entiende.... y todo eso para una sola cosa... Los administrativos tienen razón: la ley nos obliga a hacerlo y se publican directivas nos llevan a eso.

4. El tiempo burocrático (Tb): este es un tiempo confuso, el más de todos. Se puede expresar con una fórmula matemática, sujeta aún a corroboración: Tb=(Ta^3)+Tt/3+Tp/5. Es la suma de la lentitud -cuando conviene (recibir pedidos, hacer trabajos que implican esfuerzos, atender al público)- con un excesivo leguleyismo (solicitud de formularios al público, respuestas ambiguas en informes que deberían ser vinculantes) y sobre todo una actitud de desidia para resolver cosas, que son fácilmente aplazables en el océano blanco de documentos, carpetas, memos que existen en nuestras oficinas. La procrastinación es la característica típica de este tiempo. Tampoco podemos atribuir una falta de causalidad a este tiempo, sino que se encuentra su inicio en la complejidad de los tiempos anteriores, con el añadido del cansancio, rutina o falta de horizonte del funcionario que no tiene necesariamente motivaciones, aspiraciones o espera de crecimiento personal y profesional.

Las relaciones entre los distintos tiempos dan resultados realmente curiosos. A veces prevalecen unos u otros.  Un trámite puede salir como un rayo y el otro como una tortuga reumática. Uno puede salir con una precisión y detalle dignos de un estudio doctoral y otros con la categoría de payasada, sin menospreciar el gremio.

Cabe preguntarnos como enfrentar el desafío de conjugar los primeros 3 tiempos, y como eliminar el último. También surge la necesidad de encontrar caminos para simplificar, disminuir la carga y hacer más fácil un procedimiento que ante todo, debe estar a servicio de la población.

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